Un de las capacidades más perniciosas de la jerarquía dentro de las organizaciones es la “capacidad de obligar”, sobre todo en organizaciones donde los directivos consiguen su puesto por sus relaciones en lugar de por sus méritos. La sociedad del conocimiento ha transformando el perfil de los trabajadores y, por primera vez, los empleados están más cualificados que sus responsables, lo que genera un escenario difícil de manejar.
La presión por cumplir con los objetivos del negocio, la incertidumbre y la diferencia de conocimiento con los trabajadores especializados, hace que los responsables no tengan muchas alternativas a la hora de hacer que sus equipos mejoren su desempeño, por lo que su “capacidad para convencer” es sustituida por la “capacidad de obligar”. Esto da inicia a un círculo vicioso donde cuanto más se usa la “capacidad de obligar” para que el equipo haga algo, más frustración y alienación produce en los trabajadores y con el tiempo, se incrementará la apatía, el cinismo y, en el peor de los casos, el boicot. El problema fundamental es que cuando los responsables formulan este conflicto, lo hace como si ellos no formaran parte de él, cuando son el detonante del mismo. Sin no eres parte del problema no puedes ser parte de la solución.